Angelita tiene los ojos claros, profundos y dulces, a los que asoma una mujer fuerte, valiente e inteligente, que no disculpa la traición. Habla en voz baja, como escuchando sus pensamientos.
Es la Delegada en Asturias de la Asociación L´Amical de Mauthansen y Otros Campos de Exterminio Nazi y ha trabajado y trabaja por el reconocimiento y la memoria de las personas asesinadas en ellos, y especialmente por la de su padre. Es socia de honor de la Asociación 13 Rosas Asturias.
Hija de Manuel Andrada Rey y Mª Jesús Salgado, ambos con origen en Cáceres, nace en Civis (Lleida), donde está destinado su padre, carabinero de aduanas, un 9 de octubre de 1927, en la frontera de España con Andorra.
La Guerra Civil Española la encuentra en La Seu D´Urgell, acompañada siempre de su muñeca “Libertad” con la que el destino la mantiene unida hasta hoy, y con la que quiere ser enterrada el día que corresponda.
No ha pasado hambre durante la guerra, gracias a la cartilla de racionamiento de su padre, pero recuerda nítidamente los bombardeos nacionales y entrar corriendo al refugio con una bolsita de tela a cuadros rojos y blancos que su madre le daba, conteniendo fotografías familiares y un palo para poner entre los dientes y evitar los daños de la onda expansiva de cada explosión.
Las tropas nacionales avanzan y los carabineros de aduanas reciben la orden de abandonar el país, o de quedarse arriesgando su vida por haber permanecido fieles a la República, y de este modo echan a andar en la noche del 4 de febrero de 1939, cuando tiene 12 años, bajo la nieve y un frío atenazador, por una carretera de tierra, al abrigo de una manta y abrazada a su muñeca.
LA ACOGIDA FRANCESA:
Llegan a un prado, no a un puesto fronterizo, donde les esperan gendarmes franceses que retiran el fusil a su padre, y dividen a hombres y mujeres en dos grupos. El padre, entregando el anillo que llevaba en su mano a su madre le dice: “Mª Jesús esto se terminó, guárdalo” y no le faltaba razón.
Suben a las mujeres a un tren y después de varias horas llegan a un pueblo, donde duermen en un barracón, sobre paja que hará de cama, y las niñas son vacunadas contra varias enfermedades, sin miramientos.
Al día siguiente continúan el viaje en otro tren que hace paradas en varias estaciones, donde van haciendo bajar a algunas de ellas. A su madre y a ella les toca el turno en Mazères (Departamento de Ariège). Las trasladan a una granja donde poniéndolas en fila, son fumigadas con Zotal, mientras su madre trata de protegerle los ojos y se hace intenso el escozor de una herida previa, al contacto con el producto. Aquí permanecen durante un mes.
Son trasladadas nuevamente a Fougax-et-Barrineuf de Midi-Pyrenees y de aquí a Saverdun donde instalan al grupo definitivamente en un hospital sin funcionamiento y son mantenidas bajo llave por un edil del pueblo.
Angelita se desespera en esta situación de encarcelamiento e idea una estrategia para salir el domingo: pedirle permiso al cura para asistir a misa, cosa que le concede. De este modo, la niña va haciendo amistades en el pueblo y pronto, esa única salida le queda corta por lo que plantea la necesidad de rezar el rosario a diario, lo que aprovecha para merendar en casa de sus amigas y llevarle alguna cosa a su madre. Este, falso, interés religioso hace que las mujeres que comparten su destino la llamen fascista, algo que le ofende mucho, pero no por ello dejará de hacerlo.
Finalmente les conceden la libertad y un cuarto que combina cocina, sala y dormitorio, en Saverdun y ella puede volver al colegio, mientras su madre trabaja como costurera en un hotel, tratando de rehacer sus vidas.
Angelita avanza rápidamente en los estudios, llegando a hacer dos cursos en uno y además por las tardes es aprendiza de peluquera. Su asignatura preferida son las matemáticas ya que en ella no tiene dificultades idiomáticas, pero la que no tolera es la de historia, que considera que no es la suya, y se harta de estudiar a Napoleón y la extensión de su imperio.
EL GATO:
La comida del colegio está basada en los guisantes, odiados “petit pois”, que de vez en cuando van acompañados de carne, léase gusanos. En una ocasión ella y sus amigas encuentran un gato muerto en la calle, y deciden trasladarlo a la olla de la comida del profesorado, idea puesta en práctica por Angelita. Considerado un hecho de suma gravedad, las seis son llamadas a capítulo y con gran despliegue institucional son interrogadas sobre lo acontecido, guardando estas un hermético silencio, dando un paso al frente las seis responsabilizándose de los hechos, ya que su máxima preocupación era la posible deportación de la niña al país de Franco. Cuando sucumben a las presiones, Angelita explica la baja y escasa calidad de la comida del colegio, al mismo tiempo que muestra una cajita casi llena con los gusanos que ha ido guardando en los tres últimos días, en previsión de lo que pudiese ocurrir. Las autoridades educativas muy sorprendidas por los argumentos de las chicas, investigan las responsabilidades y Angelita, no sólo no es deportada sino que pocos días después, recibe en su casa un paquete que contiene libros y unos bombones cuyo sabor aún no ha olvidado, como regalo.
Mientras tanto han perdido el rastro de su padre, que recuperan al saber que está en el campo de internamiento de Vernet, a 7 km de donde viven su madre y ella.
Ve a su padre dos únicas veces en este lugar y desde el año 1941 hasta 1945, no vuelve a tener noticias de su paradero. Recuerda haberle llevado una manzana en una de sus vistas. En aquel momento desconoce el hambre y el mal trato que reciben él, y los demás internos e internas en ese campo francés.
Continúa en ANGELITA ANDRADA (II)
La fotografía publicada pertenece a Angelita Andrada que me autoriza su uso en la fecha 12 de abril de 2011.