LA EXCLUSIÓN SOCIAL
Y EL EMPLEO
En nuestra
sociedad, el trabajo asalariado es considerado como un factor de integración
social, mientras que el desempleo se concibe no solo como un problema económico
sino como un problema socio-personal. Igualmente, el acceso a un puesto de
trabajo es fundamental para la autonomía de las personas y, muchas veces, en el
caso de aquellas con dificultades especiales o en riesgo de exclusión
o vulnerabilidad, esa inserción laboral constituye el único camino que conduce a
su integración en la sociedad.
Teniendo en cuenta que la participación en el mercado laboral es
una de las mejores vías para conseguir una efectiva integración, y aunque
un empleo por sí solo no sea garantía de éxito frente a situaciones de riesgo, uno de los ámbitos de la intervención social es la inserción ocupacional, que se relaciona con
tres grandes líneas de actuación:
1) Medidas socio-políticas
encaminadas al fomento del empleo.
2) Articulación de
fórmulas que permitan una adaptación de los trabajadores y las trabajadoras a
las nuevas condiciones del mundo laboral.
3)
Medidas
a favor de los grupos más desfavorecidos en aras de una política de igualdad.
Las
principales características de los colectivos susceptibles de inserción
ocupacional, en base a las dificultades comunes que se encuentran en su proceso
de normalización son:
Falta
de habilidades sociales y personales que, a su vez, son las demandas dentro del mercado laboral.
Insuficiencia
o ausencia de formación y cualificación profesional, lo que hace
que se dirijan a empleos precarios y temporales.
Desinformación
sobre la situación del mercado laboral, y por tanto, de los mecanismos
favorecedores de su acceso al mercado de trabajo.
Carencias,
en ocasiones crónicas, en la búsqueda de empleo.
Desarraigo
familiar, educativo y social: La carencia de relaciones familiares dificulta la inserción
laboral ya que cuando la familia, por ejemplo, apoya la finalización de
estudios básicos, las personas tienen expectativas más positivas ante el
empleo.
Ausencia
y/o escasez de experiencia laboral regular y, si existe se
trata de experiencia en el mercado informal (sin contrato, trabajo sumergido,
precario…)
Falta
de autonomía personal, lo que, unido a su inseguridad o falta de motivación en la
búsqueda de empleo les hace tener un posicionamiento socio-laboral en
desventaja y discriminatorio.
Autopercepción
negativa, lo que lleva a una reducción de aspiraciones y proyectos laborales,
potenciándose la inseguridad y la falta de motivación.
Carencia
y/o pérdida de hábitos laborales.
Dificultades
para afrontar los niveles de productividad dentro de las empresas, es decir,
baja disciplina laboral, escasa constancia y bajo interés por la producción.
Existen
diferencias en cuanto al género, así,
la vulnerabilidad y la exclusión socio-laboral son predominantemente femeninas
(familias monomarentales con bajos salarios, temporalidad, jornadas laborales
muy reducidas..).
Funciones (facilitadoras) psicosociales de la ocupación laboral:
Disponibilidad de ingresos económicos.
Estructuración del tiempo.
Experiencias de contacto con personas fuera del grupo familiar.
Vinculación con metas y propósitos que rebasan a la propia persona.
Estatus social, afianzamiento y clarificación de identidad personal.
Mantenimiento de actividad habitual y cotidiana, rutinas.
El tránsito desde la zona de integración hacia la exclusión social está favorecida por los denominados factores de riesgo, que atendiendo al ámbito laboral son:
Desempleo, definido como personas desempleadas por un tiempo de más de
dos años.
Subocupaciones, con ingresos inferiores al Salario Mínimo
Interprofesional.
No cualificación laboral, personas desarrollando ocupaciones no
cualificadas.
Imposibilidad laboral, por imposibilidad física o por escasa o nula
experiencia laboral.
Precariedad laboral, que aúna la baja cualificación y los ingresos por
debajo de Salario Mínimo Interprofesional.
Los
análisis económicos omiten, en la gran mayoría de los casos, una referencia
explícita a los efectos psicológicos y sociales que el desempleo tiene para las
personas, las familias de los desempleados y, por extensión, en la sociedad en
su conjunto.
El desempleo es,
en consecuencia, tanto un problema social como individual, que no sólo afecta a
la estructura organizativa de la sociedad, sino también a aquellas personas que
sufren en formas específicas sus consecuencias. No sólo son los aspectos
económicos o políticos los que pueden verse afectados, sino también los diferentes
grupos de individuos o colectivos sociales a los que condiciona en su bienestar
psicosomático y en su integración social.
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