domingo, 18 de diciembre de 2016




LA EXCLUSIÓN SOCIAL Y EL EMPLEO

En nuestra sociedad, el trabajo asalariado es considerado como un factor de integración social, mientras que el desempleo se concibe no solo como un problema económico sino como un problema socio-personal. Igualmente, el acceso a un puesto de trabajo es fundamental para la autonomía de las personas y, muchas veces, en el caso de aquellas con dificultades especiales o en riesgo de exclusión o vulnerabilidad, esa inserción laboral constituye el único camino que conduce a su integración en la sociedad.
Teniendo en cuenta que la participación en el mercado laboral es una de las mejores vías para conseguir una efectiva integración, y aunque un empleo por sí solo no sea garantía de éxito frente a situaciones de riesgo, uno de los ámbitos de la intervención social es la inserción ocupacional, que se relaciona con tres grandes líneas de actuación:

1) Medidas socio-políticas encaminadas al fomento del empleo.

2) Articulación de fórmulas que permitan una adaptación de los trabajadores y las trabajadoras a las nuevas condiciones del mundo laboral.

3) Medidas a favor de los grupos más desfavorecidos en aras de una política de igualdad.

Las principales características de los colectivos susceptibles de inserción ocupacional, en base a las dificultades comunes que se encuentran en su proceso de  normalización son:

Falta de habilidades sociales y personales que, a su vez, son las demandas dentro del mercado laboral.

Insuficiencia o ausencia de formación y cualificación profesional, lo que hace que se dirijan a empleos precarios y temporales.

Desinformación sobre la situación del mercado laboral, y por tanto, de los mecanismos favorecedores de su acceso al mercado de trabajo.

Carencias, en ocasiones crónicas, en la búsqueda de empleo.

Desarraigo familiar, educativo y social: La carencia de relaciones familiares dificulta la inserción laboral ya que cuando la familia, por ejemplo, apoya la finalización de estudios básicos, las personas tienen expectativas más positivas ante el empleo.

Ausencia y/o escasez de experiencia laboral regular y, si existe se trata de experiencia en el mercado informal (sin contrato, trabajo sumergido, precario…)

Falta de autonomía personal, lo que, unido a su inseguridad o falta de motivación en la búsqueda de empleo les hace tener un posicionamiento socio-laboral en desventaja y discriminatorio.

Autopercepción negativa, lo que lleva a una reducción de aspiraciones y proyectos laborales, potenciándose la inseguridad y la falta de motivación.

Carencia y/o pérdida de hábitos laborales.

Dificultades para afrontar los niveles de productividad dentro de las empresas, es decir, baja disciplina laboral, escasa constancia y bajo interés por la producción.

Existen diferencias en cuanto al género, así, la vulnerabilidad y la exclusión socio-laboral son predominantemente femeninas (familias monomarentales con bajos salarios, temporalidad, jornadas laborales muy reducidas..).

Funciones (facilitadoras) psicosociales de la ocupación laboral:
Disponibilidad de ingresos económicos.
Estructuración del tiempo.
Experiencias de contacto con personas fuera del grupo familiar.
Vinculación con metas y propósitos que rebasan a la propia persona.
Estatus social, afianzamiento y clarificación de identidad personal.
Mantenimiento de actividad habitual y cotidiana, rutinas.

El tránsito desde la zona de integración hacia la exclusión social está favorecida por los denominados factores de riesgo, que atendiendo al ámbito laboral son:
Desempleo, definido como personas desempleadas por un tiempo de más de dos años.
Subocupaciones, con ingresos inferiores al Salario Mínimo Interprofesional.
No cualificación laboral, personas desarrollando ocupaciones no cualificadas.
Imposibilidad laboral, por imposibilidad física o por escasa o nula experiencia laboral.
Precariedad laboral, que aúna la baja cualificación y los ingresos por debajo de Salario Mínimo Interprofesional.
Los análisis económicos omiten, en la gran mayoría de los casos, una referencia explícita a los efectos psicológicos y sociales que el desempleo tiene para las personas, las familias de los desempleados y, por extensión, en la sociedad en su conjunto.
El desempleo es, en consecuencia, tanto un problema social como individual, que no sólo afecta a la estructura organizativa de la sociedad, sino también a aquellas personas que sufren en formas específicas sus consecuencias. No sólo son los aspectos económicos o políticos los que pueden verse afectados, sino también los diferentes grupos de individuos o colectivos sociales a los que condiciona en su bienestar psicosomático y en su integración social.
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